PULIDOR
La profesión del pulidor de suelos: una historia de esfuerzo, técnica y dedicación. Desde los albores de la arquitectura monumental hasta los espacios modernos, la figura del pulidor de suelos ha sido sinónimo de paciencia, pericia y orgullo por el trabajo bien hecho. Esta profesión, a menudo invisible pero crucial, tiene sus raíces en las antiguas civilizaciones donde el mármol y la piedra eran símbolos de estatus y refinamiento. Ya en tiempos del Imperio Romano, artesanos empleaban herramientas rudimentarias con arena, agua y fuerza manual para alisar y abrillantar superficies.Con el paso de los siglos, el oficio evolucionó. Durante la Revolución Industrial, surgieron las primeras máquinas pulidoras, pesadas y ruidosas, que requerían no solo destreza sino también fuerza física para maniobrarlas. Fue entonces cuando el pulidor se convirtió en un técnico especializado, conocedor de suelos de terrazo, mármol, granito y más tarde, superficies sintéticas. Con la llegada de productos químicos como los cristalizadores el brillo dejó de ser solo fruto del esfuerzo físico para convertirse también en una cuestión de química precisa y técnica aplicada. Trabajando en silencio antes de la apertura de tiendas, hoteles o edificios institucionales, el pulidor transformaba la rutina en arte. A través de generaciones, esta labor se transmitió de maestro a aprendiz, como un legado silencioso de dignidad obrera. Hoy, aunque las tecnologías han avanzado y los equipos son más ligeros y sofisticados, el espíritu del pulidor tradicional persiste: el amor por dejar una superficie impecable que refleje no solo la luz, sino también la historia de un trabajo bien hecho.